Por lo que a mí respecta, me atrevo a decir que si la Iglesia no fuera lo que pretende ser, si no viviera esencialmente de
su fe en Jesucristo, de aquella fe que el apóstol Pedro proclamó en el camino de
Cesarea, no esperaría a que me decepcionara en sus logros humanos para separarme de ella...
Si Jesucristo no constituye su riqueza, la Iglesia es miserable. Si el Espíritu de Jesucristo
no florece en ella,
la Iglesia es estéril.
Su edificio amenaza ruina si no es Jesucristo
su arquitecto y si el Espíritu Santo no es el cimiento de las piedras vivas con
que está construida Toda su doctrina es mentira si no anuncia la Verdad que es
Jesucristo. Toda su gloria es vana si no la funda en la humanidad de
Jesucristo. Su mismo nombre nos resulta extraño si no evoca inmediatamente en
nosotros el único Nombre que les ha sido dado a los hombres para que alcancen
su salud. La Iglesia no significa nada
para nosotros si no es el sacramento, el signo eficaz de Jesucristo.
Henrid Lubac
Cardenal jesuíta francés, fue uno de los
teólogo-, más
Influyentes del
siglo XX. Influyó hondamente en la teología del Concilio Vaticano II (1896 1991)
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