Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más. En efecto, si vino a la tierra, hasta
entonces hecha prisión eterna, es para quebrar las puertas de bronce y romperlos cerrojos de hierro, para sacar nuestra vida de la corrupción
atrayéndola a él, y darnos libertad allí donde había esclavitud. Si este plan
de salvación no está todavía plenamente realizado, porque los hombres siguen
muriendo y sus cuerpos son disgregados por la muerte, esto no debe ser motivo
de increencia. Nosotros hemos recibido ya los primeros frutos de la promesa que
se nos ha dado en la persona de aquel que es el primer nacido: Nos ha resucitado con Cristo y nos ha
sentado en el cielo con él.
Alcanzaremos la plena realización de esta
promesa cuando venga el tiempo fijado por el Padre, cuando nos despojemos de la
infancia y lleguemos al
estado del hombre perfecto. Porque el Padre ha querido que permanezca firme el don que nos ha
hecho; el apóstol Pablo lo declaró, porque sabía bien que esta verdad llegaría
a todo el género humano por Cristo, quien transformará nuestros pobres cuerpos
según la imagen de su cuerpo glorioso. Eso que Cristo ha realizado llevando al Padre su propia humanidad,
prototipo de nuestra naturaleza, lo hará con toda la humanidad según su
promesa: Cuando
sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.
San Anastasio de Antioquía
Monje palestino, obispo de Antioquía, amigo de san Gregorio Magno,
murió mártir bajo el emperador Focas (t 598).
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