Esta mañana, paseando en
bicicleta por el Stadionkade, he disfrutado del amplio horizonte que se
descubre desde los alrededores de la ciudad, mientras respiraba el aire fresco,
que todavía no nos han racionado. Por todas partes se ven carteles en los que
se prohíbe a los judíos transitar por los senderos que conducen al campo. Pero,
por encima de ese poquito de carretera que nos queda permitido, se extiende el
cielo entero. No pueden nada contra nosotros; absolutamente nada. Pueden
hacernos la vida muy dura, pueden despojarnos de algunos bienes materiales,
pueden quitarnos la libertad exterior de movimientos…; pero es nuestra
lamentable actitud psicológica la que nos despoja de nuestras mejores fuerzas:
la actitud de sentirnos perseguidos, humillados, oprimidos; la de dejarnos llevar
por el rencor; la de envalentonarnos para ocultar nuestro miedo. Tenemos todo
el derecho de estar de vez en cuando tristes y abatidos, porque nos hacen
sufrir: es humano y comprensible. Y sin embargo, la auténtica expoliación nos
la infligimos nosotros mismos. La vida me parece tan hermosa… y me siento
libre. Dentro de mí el cielo se despliega tan grande como el firmamento. Creo
en Dios y creo en el hombre, y me atrevo a decirlo sin falsa vergüenza (…) soy
una mujer feliz y ¡sí! Me vuelco en alabanzas a esta vida en el año del Señor
(hoy y siempre del Señor) 1942… ¿Qué año es de la guerra?
Etty HILLESUM.
Se trata de un testimonio de Etty Hillesum, una joven judía muerta en
Auschwitz en septiembre de 1942, cuyo diario fue publicado en 1981.
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