El gran secreto de toda
fecundidad y crecimiento espiritual es aprender a dejar hacer a Dios: Sin mí no podéis hacer nada. Así, una de
las condiciones más necesarias para permitir que la gracia de Dios obre en
nuestra vida es decir “Sí” a lo que somos y a nuestras circunstancias.
Dios es realista. Su gracia no actúa
en lo imaginario, lo ideal o lo soñado, sino sobre lo real y lo concreto de
nuestra existencia. La persona a la que Dios ama con cariño de un Padre no es
la que a mí me gustaría ser. Es sencillamente “la que soy”. Dios no ama
personas virtuales. A Él no le interesa santos de pasta flora, sino nosotros,
pecadores como somos. A veces perdemos tontamente el tiempo quejándonos de no
ser de tal o cual manera, por tener tal defecto o limitación. Pero lo que a
menudo, impide la acción de la gracia en nuestra vida no son tanto nuestros
pecados como esa falta de aceptación de nuestra debilidad. Para “liberar” la
gracia en nuestra vida y permitir esas transformaciones, bastaría decir un “sí”
a esos rechazos interiores. Admitirlos. Si no admito tal falta o debilidad o
haber caído en este o aquel pecado, sin darme cuenta hago estéril la acción del
Espíritu Santo. Éste influye en mí en la medida en que lo acepte. Y si no me
acepto como soy, impido que el Espíritu Santo me haga mejor.
Jacques PHILIPPE
La libertad interior.
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