La familia – la tribu, el clan
– constituía la identidad primordial de un hombre o una mujer. Dictaba donde
debían vivir, como tenían que trabajar y con quien tenían que casarse. La
unidad de la familia era el vínculo de la alianza con todos sus derechos,
deberes y lealtades. En el vocabulario, el miembro superior recibía el nombre
de “padre”, su inferior el de “hijo”, y los miembros semejantes el de
“hermanos”.
Cada una de esas amplías
familias constituía una unidad económica.
La palabra “economía” procede de la griega oikonomía
que significa “ley de la casa”. El puesto del mercado, con sus compras y sus
ventas, era un asunto familiar; la profesión de un hombre no era tanto el
resultado de una elección personal, sino que obedecía a las necesidades
familiares.
Cada una de esas amplías
familias era una unidad militar. La
familia miraba por sí misma y estaba preparada para defender a su gente, su
tierra y su negocio. Si un miembro estaba cautivo, la familia enviaba a un
pariente – redentor – en hebreo:" go ‘ el", para rescatar a la víctima o vengar
el crimen.
Cada una de esas amplías
familias era una unidad religiosa.
Toda la familia estaba unida en la profesión de la religión y en la práctica de
los sacrificios. Los padres representaban el papel sacerdotal, ofrecían el
sacrificio por su familia y transmitían el oficio a sus hijos primogénitos.
Cada una de esas amplías
familias estaba gobernada por tribunales
propios. La familia solía decidir sobre sus disputas internas y juzgaba los
delitos cometidos por sus miembros, contra sus miembros o en sus tierras. Los
más ancianos de la tribu ejercían de jueces.
Scott HAHN
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