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Las tentaciones no deben asustarte; a través de ellas Dios
quiere probar y fortificar tu alma, y Él te da, al mismo tiempo, la fuerza para
vencerlas. Hasta aquí tu vida ha sido la de un niño; desde ahora el Señor
quiere tratarte como adulto. Ahora bien, las pruebas de un adulto son muy
superiores a las de un niño, y esto explica por qué tú, al principio, te turbas
tanto. Pero la vida de tu alma pronto recuperará la tranquilidad. Ten un poco
de paciencia, y todo irá mejorando.
Deja, pues, caer estas vanas aprensiones. Acuérdate de que
no es la sugestión del Maligno la que hace la falta, sino más bien el
consentimiento que se da a estas sugestiones. Solamente una voluntad libre es
capaz del bien y del mal. Pero cuando la voluntad gime por el efecto de la
prueba infligida por el Tentador y cuando ella no quiere lo que este le
propone, no solamente no hay falta, sino que hay virtud.
Guárdate mucho de
caer en la agitación cuando luchas contre tus tentaciones, porque
no haría sino fortificarlas. Es necesario tratarlas con desprecio y no ocuparte
más de ellas. Vuelve tu pensamiento hacia Jesús crucificado, su cuerpo puesto
en tus brazos, y di: “¡Esta es mi esperanza, la fuente de mi gozo! Me uno a Él
con todo mi ser, y no te dejará hasta que no me hayas dado seguridad.
San PIO DE PIETRELCINA
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