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La oración es un dialogo en que
lleva la iniciativa la Palabra de Dios y en el que previamente solo podemos ser
oyentes. Lo decisivo es que escuchemos la palabra de Dios y encontremos en ella
la respuesta a Dios. Su palabra es la verdad que nos ha sido revelada, mientras
que en el hombre no hay ninguna verdad última, incuestionable; esto lo sabe el
hombre que mira pensativo a Dios y se desnuda ante él. La palabra de Dios nos
invita a comulgar juntos en la verdad.
La palabra de Dios es una
escala arrojada desde lo alto de la borda para que nosotros, como náufragos a
punto de ahogarnos, subamos a la nave salvadora. Es la alfombra que a nuestros
pies se despliega para llevarnos al trono del Padre. Es la lámpara que brilla
en la oscuridad del mundo que calla y recusa la respuesta, y a cuyo resplandor
se amansan mortificantes enigmas y consiguen nuestra aquiescencia. La palabra
de Dios es, finalmente Dios mismo, lo más vivo, lo más entrañable de su ser: su
Hijo unigénito, de la misma naturaleza que él, enviado al mundo por él para
redimirlo. Y así nos lo dice desde el cielo, dirigiéndose a la Palabra, que
mora en la tierra: Este es mi Hijo amado,
¡escuchadle!.
Hans URS VON BALTHASAR
(1905 – 1988)
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