Te amo
cuando proclamas que eres la sierva del Señor
a quien tú con tu
humildad cautivas.
Está es la gran virtud que te
hace tan potente
y a tu corazón lleva la Santa
Trinidad.
María, tú lo sabes: como tú, a
pesar de ser pequeña,
poseo y tengo en mí al
Todopoderoso.
Mas no me asusta mi gran
debilidad,
pues todos los tesoros de la
madre
son también de la hija,
y yo soy hija tuya, Madre mía
querida.
Tú me haces comprender que no
me es imposible
caminar tras tus huellas, ¡oh
Reina de los santos!
Nos hiciste visible el estrecho
camino que va al cielo
con la constante práctica de
virtudes humildes.
Al verte ir presurosa donde tu
prima Isabel,
de tí aprendo, María, a
practicar la caridad ardiente.
En casa de Isabel, escucho, de
rodillas,
el cántico sagrado, ¡oh Reina
de los Ángeles!
que de tu corazón brota
exaltado.
Tus palabras de amor son las
místicas rosas
que envolverán en su perfume
vivo
a los siglos futuros.
En ti, el Omnipotente obró sus
maravillas,
yo quiero meditarlas y bendecir
a Dios.
Santa TERESA DEL NIÑO JESÚS
/1873 – 1897)
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