La vida nos agobia, añoramos
cansados un remanso de silencio, de quietud, de autenticidad, de alivio. Nos
gusta recrearnos en Dios, dejarnos caer en sus brazos para recuperar nuevas
fuerzas y continuar viviendo. Pero no lo buscamos donde Él nos espera, donde lo
tenemos a nuestro alcance: en su Hijo, que es su Palabra. Buscamos a Dios
porque nos gustaría hacerle mil preguntas sin cuya solución creemos imposible
continuar viviendo; le abrumamos con problemas, exigimos informaciones, claves,
facilidades y olvidamos que su Palabra ha resuelto todas las cuestiones, ha
dado toda la información, ha dicho cuanto en esta vida podemos nosotros
comprender. No atendemos a lo que Dios habla, no miramos allí donde la Palabra
de Dios se ha revelado tan singular y pensamos que hace tanto tiempo que se
proclamó la Palabra de Dios en la tierra que está gastada, que hace falta una
nueva, que tenemos derecho a exigir otra. Y no nos percatamos de que somos
nosotros los gastados, los alejados, mientras que la Palabra perdura con la
misma vida y con la misma lozanía primordial, para nosotros como para los de
antes y después. Cerca de ti está la
palabra: en tu boca y en tu corazón
Hans URS VON BALTHASAR
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