Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Este es el mandamiento de Dios y él no
puede pedir lo imposible. El amor es un fruto que madura en todas las
estaciones y siempre está disponible. Todo el mundo lo puede coger. No hay
límite que se imponga a nuestro deseo. La meditación y el espíritu de oración,
el sacrificio y la intensidad de la vida interior son para todos nosotros los
medios de alcanzar este amor.
Si no hay ningún límite es porque Dios es amor, y el amor es Dios. Lo
que realmente nos une a Dios es una relación de amor. Y el amor de Dios es
infinito. Y tener parte en este amor significa amar y darse hasta el sacrificio.
Por esto, no se trata tanto de lo que hacemos como del amor con que lo
hacemos, con que nos entregamos. Por esto, la gente que no sabe ni dar ni
recibir amor son, aunque tengan muchas riquezas, las personas más pobres de los
pobres.
BEATA TERESA DE CALCUTA
Fundadora de las Hermanas Misioneras de
la Caridad (1910-1997).
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