Reconocer
a Jesús en la Eucaristía, es lo primero a la hora de comulgar. ¡Ábrenos,
Señor, los ojos para verte! ¡Que nos demos cuenta de que en la Sagrada Hostia
hay alguien más que Jonás, alguien más que Salomón!
Sabiendo que va a venir a nosotros, el siguiente paso después de
activar nuestra fe, es prepararnos dignamente. ¿Qué haríamos si nos dijeran:
Tal personaje importante va a venir mañana a tu casa, a hacerte grandes dones?
Probablemente no dormiríamos pensando en cómo recibirlo. Pues es Dios, Todopoderoso,
quien va a llegar a nosotros a proporcionarnos múltiples bienes.
¿Cómo
dispondremos nuestras almas? Si Dios preparó a la Virgen y la hizo inmaculada
para recibir a su Hijo, y el mismo Jesús mandó a Pedro y a Juan que le
aderezasen un lugar adecuado para celebrar la última cena (cfr. Le 22, 8-12),
¿qué hemos de hacer nosotros? Procuraremos estar bien limpios por fuera, y
especialmente por dentro, teniendo presente que «está vigente y lo estará siempre
en la Iglesia, la norma por la cual el Concilio de Trento ha concretado la
severa exhortación del apóstol Pablo (cfr. 1 Cor 11, 28), al afirmar que, para
recibir dignamente la Eucaristía, debe preceder la confesión de los pecados,
cuando uno es consciente del pecado mortal . Propongámonos firmemente
recibir a Jesús del modo que dice la sentencia: como la primera vez, como la
última, como la única, y así evitaremos e)T acostumbramiento y rutina ante este
gran prodigio que es comulgar.
JÁVIER FERNÁNDEZ-PACHECO
JÁVIER FERNÁNDEZ-PACHECO
No hay comentarios:
Publicar un comentario