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Verdaderamente hay una
venida del Señor frecuente e íntima, según el mérito y el fervor de cada uno, que durante este periodo intermedio
entre su primera venida y su vuelta el último día nos configura con la primera,
y nos prepara para la segunda. Si el
Señor viene a nosotros ahora es para que su primera venida no quede inútil, y
la última no sea la venida de su cólera. Por su venida actual, en efecto,,
reforma nuestro orgullo según el ejemplo de su humildad en la primera venida y,
luego, reforma nuestro cuerpo humilde a imagen del cuerpo glorioso que nos
mostrará cuando vuelva. Por esto debemos pedir con fervor esta venida
intermedia que nos da la gracia de la primera venida y nos promete la gloria de
la última.
La primera venida fue
humilde y escondida, la última será esplendorosa y magnifica. La venida de la
que hablamos está escondida, pero es igualmente magnifica. Digo
"escondida" no porque sea ignorada por aquel en que tiene lugar, sino
porque se realiza en el secreto del alma. Llega sin ser visto y se aleja sin
que uno lo perciba. Su presencia es luz del alma y del espíritu. En el alma se
ve al invisible y se conoce al incognoscible. Esta llegada del Señor coloca al
alma de quien la contempla en una dulce y dichosa admiración. Entonces, del
fondo del hombre brota el grito: "Señor, ¿quién se compara a tí ?".
Beato GUERRICO DE IGNY
1080 -
1157.
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