Aquellos que entregan completamente a Dios sus dones corporales y
espirituales son los únicos que se hacen capaces y dignos de recibir, en todo
tiempo, más gracias todavía. Hijos míos, estos hombres son como el tronco de la
vid. Exteriormente es negro, seco y de poco valor. Al que no lo conociera, le
parecería que solo sirve para ser echado al fuego y quemado. Pero por dentro,
en el corazón de esta cepa, están escondidas las venas llenas de vida y una
gran fuerza que produce la fruta más preciosa y más dulce de la viña.
Así son estas personas que tienen los ojos fijos en Dios. Por fuera,
se parecen al bosque negro y seco, porque son humildes y pequeños. No son gente
de grandes frases, de grandes obras ni de grandes prácticas; no viven de
apariencias y, según su propia opinión, no brillan en nada. ¡Pero al que
conozca la vena plena de vida que está en su interior, donde renuncian a lo que
son por su naturaleza propia, donde Dios es su divisa y su apoyo, qué felicidad
le proporcionará este conocimiento!
Beato Juan Taulero Dominico en Estrasburgo (Ca. 1300-1361).
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