La parábola responde a esa objeción. Dios acepta que el mal continúe en el mundo, pero lo hace insertándose él mismo en la historia de la humanidad. Él he entrado en el corazón de la muerte y del sufrimiento humano. La obra de la redención continúa. En ella, Cristo sigue enfrentándose al mal, pero no lo hace solo. La multitud de espigas de trigo que germinan en el campo, al igual que las ramas que brotan del arbusto de mostaza, nos recuerdan la realidad de la Iglesia. Así el cristiano está llamado a responder al mal del mundo manifestando el poder del reino, desde la fidelidad a Cristo.
En ocasiones el mal nos desanima. Como muestra la parábola, siempre es parasitario del bien. Está por todas partes y se introduce también en las junturas de la Iglesia. Uno puede dejarse llevar por la impaciencia. Pero Jesús nos llama a vivir ese misterio desde el corazón de Dios. Lo explica la primera lectura: Juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha indulgencia... pues concedes el arrepentimiento a los pecadores. Y en el mismo texto se explica que, de esa manera, nos enseña que el justo debe ser humano,
David AMADO FERNÁNDEZ
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