María es bienaventurada entre todas las bienaventuradas, ella que ha
sido escogida antes que todos los demás santos. El Señor la eligió como morada,
diciendo: Esta
es mi mansión por siempre, aquí viviré, porque la deseo. Durante nueve meses vivió en ella;
durante numerosos años vivió con ella y le estuvo sometido. Ahora, viviendo en
ella y con ella para siempre de manera que sobrepasa nuestra comprensión, la
llena de la gloria que ven los bienaventurados. Le da exterior-mente la gloria
en su cuerpo; interiormente, imprime en ella la gloria del Verbo.
Esta Virgen madre única, que se
vanagloria de haber dado a luz al Hijo único del Padre, estrecha con amor al
mismo Hijo único con todos sus miembros, y no se avergüenza de ser llamada la
madre de todos aquellos en los que ve a Cristo ya formado o en formación. La
primera Eva fue llamada madre de todos los vivientes,
pero en realidad fue la madre de los que
mueren. Y porque esta primera Eva no pudo realizar fielmente lo que significa
su nombre, es María quien realizó este misterio. Como la Iglesia, María es la
madre de todos los que renacen a la vida. Dando a luz la Vida, hizo nacer en
cierta manera a una vida nueva a todos los que debían encontrar su vida en esta
Vida. Por eso, la madre bienaventurada de Cristo, sabiéndose madre de los
cristianos por este misterio, se muestra también madre de todos por su
solicitud y su ternura.
Beato Guerrico de Igny Abad cisterciense (Ca. 1080-11S7).
No hay comentarios:
Publicar un comentario