San Pablo y el evangelio nos hablan de cómo se ha portado Dios con
nosotros. Dice el apóstol: Estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con
Cristo. El
término «revivir» apunta a la realidad de Jesús resucitado, que no solo
reconstruye lo que el pecado ha destruido, sino que nos comunica una vida
nueva. Nos engañamos si pensamos que la gracia simplemente nos quita el pecado
y nos da una especie de sosiego. Es mucho más: nos comunica la fuerza de Jesús
resucitado, pues, como dice san Pablo, nos ha sentado en el cielo con él.
Jesús nos ofrece una intimidad que se manifiesta en nuestra vida con
una nueva manera de vivir, de comportarse, de querer al prójimo. Señala el
apóstol: Para
que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que
practicásemos para
indicamos que debemos contemplar nuestra vida desde el amor de Dios y abrimos a
una perspectiva más grande que nos llena de esperanza. El amor de Dios no
defrauda.
Igualmente, en el evangelio se nos
recuerda el amor de Dios hacia nosotros. La verdad del amor la vemos en lo que
uno está dispuesto a hacer por la persona amada. Dios nos ama entregando a su
Hijo único. Recuerdo a una madre que un día me dijo: «Por fin he comenzado a
entender estas palabras del evangelio, porque yo sería capaz de darlo todo a
cambio de que mis hijos no sufran. Dios, en cambio, entrega a su Hijo. Su amor
es mucho más grande de lo que yo puedo imaginar».
DAVID AMADO FERNÁNDEZ
Jesús nos abre la puerta del Cielo con se muerte y Resurrección destruyendo la cadena del pecado.
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