Que la cruz no os espante, dice el Señor Jesús, y no os haga dudar de las palabras que yo os digo. La serpiente levantada por Moisés en el desierto era eficaz por el poder de aquel que mandaba levantarla. Del mismo modo, el Señor carga sobre sí a la humanidad y sufre los dolores de la cruz y, gracias al poder que le habita, otorga la vida eterna a los que creen en él. En tiempo
de
Moisés, la serpiente de bronce, sin tener vida en sí misma, gracias al poder de
otro, salvaba de la muerte a los que iban a perecer por la mordedura de la
serpiente venenosa solo con dirigir su mirada hacia el estandarte. Jesús, del
mismo modo, a pesar de su apariencia mortal y lleno de sufrimientos, da la vida
a los que creen en él gracias al poder que le habita.
Tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que ninguno de los que creen
en él se pierda, sino que tenga vida eterna. Es evidente que la divinidad no puede
sufrir. No obstante, lo hace en virtud de su unión con la humanidad. San Pablo,
para mostrar la grandeza de la pasión, dice: Si lo hubieran conocido, no habrían
crucificado al Señor de la gloria. Quiere revelar, dando este título a Jesús, la gloria de su pasión. Del
mismo modo, nuestro Señor, para mostrar la riqueza de su amor a través de los
sufrimientos padecidos, declara muy acertadamente: Dios entregó a su Hijo único.
Teodoro
de Mopsuestia
Maestro de la escuela exegética y
teológica de Antioquía y obispo de Mopsuestia (350?-428).
No hay comentarios:
Publicar un comentario