La principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las
preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes
quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba
bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica. Pero ya no hay para
qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como
entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que
no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no
tiene más que hablar. Y este es el sentido de aquella autoridad con que dice
san Pablo a los hebreos: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de
muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha
hablado en el Hijo.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no solo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: «Si te tengo ya habladas todas las
cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo
ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos solo en él, porque
en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que
pides y deseas».
San Juan de la Cruz
Nace en Fontiveros, Avila. A instancias de santa Teresa, fue el primer
religioso del Carmelo reformado. Doctor de la Iglesia por sus escritos místicos
(1542?-1591).
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