Cuando Cristo dice de sí mismo, refiriéndose al pan: Este es mi cuerpo, ¿quién dudará? Te es dado su cuerpo bajo
la forma de pan y su sangre bajo la forma de vino para que, participando en el
cuerpo y en la sangre de Cristo, formes con él un solo cuerpo y una sola
sangre. Así nos convertimos en «portadores de Cristo», cristóforos. Su cuerpo y su sangre se diluyen en nuestros
miembros. Así nos hacemos partícipes de su naturaleza divina. En otro tiempo,
conversando con los judíos, Cristo les decía: Si no coméis la carne del Hijo del hombre
y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Si el pan y el vino son puramente tales a
tus ojos, no te quedes en esto. Si tus sentidos te extravían, deja que la fe te
asegure.
Cuando te acercas, pues, para recibir el Cuerpo de Cristo, no te acerques distraído, extendiendo las palmas de las manos con los dedos separados, sino, como se va a posar el Rey sobre tu mano derecha, hazle un trono con tu mano izquierda y en el hueco de tu mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde: ¡Amén!
Cuando te acercas, pues, para recibir el Cuerpo de Cristo, no te acerques distraído, extendiendo las palmas de las manos con los dedos separados, sino, como se va a posar el Rey sobre tu mano derecha, hazle un trono con tu mano izquierda y en el hueco de tu mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde: ¡Amén!
San
Cirilo de Jerusalén
Obispo de Jerusalén, autor de catequesis
y predicaciones, sufrió varios destierros. Es doctor de la Iglesia (315-386).
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