A muchos lectores no les gustan las citas, pero por dos motivos nos creemos obligados a citar la descripción
que de su oración hace Santa Juana Francisca de CHANTAL: porque es un excelente
aunque avanzado ejemplo del tipo de oración que estamos examinando, y porque
puede también servir como introducción a dicha Santa para aquellos que aún no
la conozcan. Después de Santa Teresa es la mayor autoridad de su sexo en lo que
se refiere a la oración. Es, además, el libro viviente que San Francisco de
Sales “escribió” pues fue su director y formó su alma en el patrón de su clásica
espiritualidad: una espiritualidad que no se ha podido apenas sobrepasar.
Escribe la Santa: “Le digo con
toda confianza y sencillez que hace unos veinte años que Dios me quitó todo
poder de hacer oración con el entendimiento, consideración o meditación; y que
todo lo que yo puedo hacer es padecer y dejar que mi espíritu esté en Dios con
toda simplicidad, esforzándome en esta tarea mediante un completo encomendarme,
o abandonarme, a Dios sin hacer ningún acto a menos que Él me invite con su
moción, esperando allí lo que su bondad le plazca concederme.” Tenemos allí una
oración sin “actos”, sin capacidad de hacer otra cosa que padecer y abandonarse
uno mismo a Dios. Este último punto es lo que distingue esta oración del mero
vagar de la mente o de la inercia mental perezosa. La nota de padecimiento no
es esencial a esta oración, pero, sin embargo, la oración fracasa
frecuentemente porque no la consideramos como un medio por el cual nos
entregamos a Dios. demasiado a menudo buscamos consolaciones, y nos buscamos a
nosotros mismos de hecho, aunque sea en un plana espiritual. Oramos en nuestro
propio nombre en lugar de orar en el de Jesucristo.
Eugène BOYLAN
Dificultades en la oración
mental.
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