Háblale así a tu esposa: “Te he
escogido, te amo y te prefiero más que a mi propia vida. Si se nos concede
agradar a Dios durante esta vida, eternamente estaremos con Cristo y el uno con
el otro en una felicidad sin límites. Tu amor me llena de gozo más que todo y
no conocería una desdicha más insoportable que estar separado de ti. Aunque
tuviera que perderlo todo, llegar a ser más pobre que un mendigo, arriesgar los
más grandes peligros, todo me sería soportable con tal de que permaciera tu
afecto hacia mí”
Será también necesario que tu
conducta sea conforme a estas palabras. Demuestra a tu mujer que aprecias mucho
el poder vivir con ella y que, por ella, prefieres estar en casa que en la
plaza. Prefiérala a todos los amigos.
Haced en común vuestras
oraciones. Que cada uno vaya a la iglesia y en casa el marido pregunte a su
mujer, y la mujer a su marido, qué es lo que allí se ha dicho y leído. Aprended
el temor de Dios; todo lo demás irá viniendo como de una fuente y vuestra casa
se llenará de bienes innumerables. Aspiremos a los bienes incorruptibles, que
los otros no nos faltarán. Buscad primero
el reino de Dios, y todo lo demás se os dará por añadidura.
San JUAN CRISOSTOMO
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