Los actos de contrición de
Israel eran profundos y personales. Indudablemente eran memorables y tienen que
haber producido un efecto duradero en las vidas de muchas personas.
No podemos valorar en absoluto
el Nuevo Testamento si no entendemos los sacramentos del Antiguo Testamento.
Jesús no vino substituí algo malo por
algo bueno; mas bien, vino a tomar algo grande y santo y lo llevó a un
cumplimento divino. La Antigua Alianza no murió agotada y exhausta, sino que
adquirió ida nueva con la Nueva Alianza de Jesucristo.
“Errar es humano, perdonar es
divino” dijo Alexander Pope. La fe en el poder de Cristo para perdonar los
pecados es una señal del creyente. El día que resucitó de la muerte, Jesús dijo
a sus discípulos: La paz sea con
vosotros… Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les son
perdonados, a quienes se los retengáis, les son retenidos. (Jn 20, 22-23).
Estaba nombrándoles sacerdotes para administrar un sacramento, pero también
juece3s para juzgar la actuación de los creyentes.
Cuando los discípulos oían a
Jesús hablar de perdón y de confesión, le comprendían gracias a lo que ya
conocían. Así ce cerró la Antigua Alianza por dar paso a la Nueva Alianza.
El cristianismo no abandonó
bruscamente el pensamiento y las prácticas del antiguo Israel. Difícilmente lo
hubieran aceptado los contemporáneos de Jesús. La Didaché o Enseñanza de los Apóstoles, redactada en torno al año 48
d.C, dice: “en la Iglesia, confiesa tus
pecados, y no te acerques a tu oración con mala conciencia.” La doctrina de la
Iglesia sobre la penitencia se ha desarrollado a lo largo del tiempo, pero si
ciertos aspectos pueden parecer distintos de una época a la otra, el sacramento
continúa siendo el mismo.
Scott HAHN.
Señor, ten piedad.
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