Es menester acomodar la práctica
de la devoción a las fuerzas, a los quehaceres y a las obligaciones de cada persona
en particular; ¿Sería razonable que el obispo quisiera vivir en la soledad como
los cartujos? Y si los casados quisieran vivir en castidad como los capuchinos,
y el artesano estuviese todo el día en la iglesia como los religiosos, ¿No
sería esta devoción ridícula, desordenada e insufrible? Sin embargo, este
desorden es demasiado frecuente.
No, la devoción nada echa a
perder cuando es verdadera; al contrario, todo lo perfecciona, y cuando es
contraria a la vocación de alguno es, sin la menor duda, falsa. La abeja, dice Aristóteles,
saca su miel de las flores sin dañarlas y las deja frescas y enteras, según las
encontró; pero la verdadera devoción todavía hace más, porque no solo no causa perjuicio a vocación ni
negocio alguno, sino que los adorna y embellece. Cada uno de nosotros se hace
más agradable a Dios en su vocación cuando la acomoda a la devoción: el
gobierno de la familia se hace más amoroso; el amor del marido y de la mujer, más sincero; el servicio del jefe, más
fiel; y todas las preocupaciones se vuelven más suaves y amables.
San FRANCISCO DE SALES
(1567 -
1622).
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