Los fieles y los mártires fueron
rescatados; pero la fe de los mártires fue probada, su sangre es testimonio.
Cristo ha dado su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por
nuestros hermanos y en otro lugar: Si te sientas a la mesa de un poderoso, mira
bien a quién tienes delante. Es una mesa espléndida donde comes con el amo del
banquete que es Él mismo. Él es quien nos invita, Él mismo es la comida y la
bebida. Los mártires prestaron atención a lo que comieron y bebieron para
preparar luego lo mismo. Pero ¿Cómo podían imitar a su maestro si Él no les
hubiera dado ejemplo primero? Esto es lo que nos recomienda el salmo que
cantamos: El Señor siente profundamente la muerte de los que le aman.
San AGUSTÍN
(354 - 430).
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