El amor busca
también reposo y permanencia. De aquí el consejo de no buscar con inquietud, no
estar siempre a la caza de nuevos pensamientos y nuevas ideas, como si la
contemplación fuera acumular materiales o un inventario completo de cosas, en
vez de atender amorosamente a la dimensión profunda de cada uno de los aspectos
que se ofrecen al contemplativo.
Desde cada
palabra de la Escritura se pasa de inmediato y en vertical a las
profundidades de Dios , a las
profundidades de la plenitud y de la unidad, donde todas las palabras y
aspectos exteriormente dispersos se encuentran conjuntados. Él, el Hijo del
Padre, es esta plenitud. Él es el Pan de vida que nuestra alma hambrea y del
que no puede pasar yendo en busca de otro pan ilusorio de satisfacción espiritual.
En él debe encontrar su conformidad y cuanto necesita. Desde luego, todo esto
ha de ocurrir en la Verdad, de suerte que el orante descanse no en sus propios
sentimientos, sino realmente en el Señor; no en un par de ideíllas, que
casualmente se le han ocurrido y reflejan su autocomplacencia, sino en la
sublime y siempre mayor Verdad del Señor. Si tiene amor, lo alcanzará y por el
ejercicio llegará a alcanzarlo, porque a amar se aprende amando.
Hans URS VON
BALTHASAR.
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