Cristo es al mismo tiempo el camino y el término: el camino en función
de su humanidad, el término en función de su divinidad. Así pues, como hombre
dice: Yo soy el camino, y como Dios añade: la verdad y la vida. Estas dos palabras expresan muy claramente el término de este camino,
que es la meta del deseo humano. Cristo es el camino para llegar al
conocimiento de la verdad, puesto que él mismo es la verdad: Enséñame, Señor, tu camino, para que siga
tu verdad. Y
Cristo es el camino para llegar a la vida, puesto que él mismo es la vida: Me enseñarás el sendero de la vida.
Si buscas por dónde has de ir, agárrate a Cristo, puesto que él mismo
es el camino: es el camino, sigúele. Y san Agustín comenta: «Camina siguiendo
al hombre y llegarás a Dios». Porque es mejor cojear a lo largo del camino que
andar a grandes pasos fuera del camino. El que cojea durante el camino, aunque
no adelante mucho, se acerca a la meta; pero el que anda fuera del camino,
cuanto más valientemente corre, tanto más se aleja de ella. Si buscas a dónde
debes ir, únete a Cristo, porque él en persona es la verdad a la cual deseamos
llegar: Es
la verdad que mi boca medita. Si buscas dónde debes permanecer, únete a Cristo, porque él en persona
es la vida: El
que me encuentre encontrará la vida.
Santo Tomás DE AQUINO
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