El Espíritu de Dios es espíritu de paz; incluso cuando pecamos
gravemente, nos hace percibir un dolor tranquilo, humilde y confiado, debido
precisamente a su misericordia. Por el contrario, el espíritu del mal, excita,
exaspera, y nos hace experimentar, cuando faltamos, una especie de cólera
contra nosotros; y sin embargo, deberíamos ejercer hacia nosotros mismos la
primera de las caridades. Cuando estás atormentado por ciertos pensamientos,
esta agitación no proviene de Dios, sino del demonio; pues Dios, por ser
espíritu de paz, te da la serenidad.
San Pio de PIETRELCINA
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