En el Apocalipsis, el apóstol Juan escribe: Vi entonces en medio del trono... un
Cordero en pie con señales de haber sido degollado. Cuando el vidente de Patmos contempló
esta visión, aún estaba vivo en él el recuerdo inolvidable de ese día junto al
Jordán, cuando Juan el Bautista le señaló al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Pero
el Señor, ¿por qué había elegido el cordero como símbolo privilegiado? ¿Por qué
se mostró incluso de ese modo en el trono de la eterna gloria? Porque él estaba
libre de pecado y era humilde como un cordero; y porque él había venido para dejarse llevar como cordero al matadero.
Todo eso también lo
presenció Juan cuando el Señor se dejó atar en el Monte de los Olivos. Allí, en
el Gólgota, fue llevado a cumplimiento el auténtico sacrificio de
reconciliación. A partir de entonces, los antiguos sacrificios perdieron su
eficacia; y pronto desaparecerían del todo, igual que el antiguo sacerdocio,
cuando el templo fue destruido. Todo esto lo vivió Juan de cerca. Por eso no le
asombraba ver al Cordero en el Trono.
Igual que el Cordero tuvo que ser matado para ser elevado sobre el trono de la gloria, así el camino hacia la gloria conduce a todos los elegidos para el banquete de bodas a través del sufrimiento y de la cruz. El que quiera desposar al Cordero tiene que dejarse clavar con él en la cruz. Para esto están llamados todos los que están marcados con la sangre del Cordero, y estos son todos los bautizados. Pero no todos entienden esta llamada y la siguen.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz [Edith
SteinJ Carmelita
descalza y mártir; es copatrona de Europa (1891-1942).
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