El evangelio nos
narra los inicios del ministerio público de Jesús. El Señor no empieza su
predicación en Jerusalén, donde estaba el centro físico del culto de Israel,
sino en una zona que era vista con cierto desprecio por parte del judaismo: Galilea de los gentiles. Continuamente descubrimos cómo el amor
del corazón de Cristo lo mueve hacia los desfavorecidos, hacia los
despreciados. Va a una tierra que vive en tinieblas para llevar la luz. Si
aplicamos toda la profecía de Isaías, que leemos en la primera lectura, vemos
que Jesús empieza allí a mostrar la salvación que conlleva la alegría. Este
texto nos mueve a muchas consideraciones. Por una parte, está todo lo que ha
dicho el papa Francisco sobre «una Iglesia en salida», que busca a los que aún
no conocen a Cristo para mostrarles su misericordia. También nos habla de que
nadie debe ser dejado de lado por un prejuicio. El poder de transformar los
corazones viene de la gracia.
San
Mateo resume así el inicio de la predicación de Cristo: Convertios, porque está cerca el Reino de
los cielos. La
salvación es algo que se nos da, pero que ha de ser acogido. El Reino no se
instaura de forma violenta. No es así el proceder de Dios. De ahí que se haga
una llamada a la conversión. Se indica así también que solo se participa
verdaderamente de ese reino si nos abrimos al amor de Dios. De nada nos serviría
que todo se transformara a nuestro exterior si no fuéramos capaces de
participar de ello.
DAVID AMADO FERNÁNDEZ
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