Vosotros veréis subir y bajar a los ángeles sobre el Hijo del Hombre. Estos dichosos espíritus suben por la ley de la contemplación de Dios, y descienden para cuidar de
nosotros y para guardarnos en todos nuestros caminos. Suben hacia Dios para
alegrarse en su presencia; y descienden hacia nosotros para obedecer sus
órdenes, pues les ha pedido cuidar de nosotros. Sin embargo, descendiendo a
nosotros, no son privados en un punto de la gloria que les da la felicidad,
pues ellos ven siempre el rostro del Padre.
Cuando
suben a la contemplación de Dios, buscan la Verdad en quien están sin
interrupción por el deseo, y lo que desean siempre es la posesión. Cuando
descienden, ejercen hacia nosotros la misericordia, guardándonos en todos
nuestros caminos. Estos dichosos espíritus son los ministros de Dios que nos
han sido enviados para ayudarnos, y en esta misión no es a Dios a quien rinden
servicio, sino a nosotros. Ellos imitan así la humildad del Hijo de Dios, que
no vino a ser servido, sino a servir, y que vivió en medio de sus discípulos
como si él fuera su servidor. La utilidad que los ángeles sacan siguiendo su
camino es su propia felicidad y la perfección de la obediencia en la caridad;
y lo que nosotros recogeremos es la recepción de la gracia de Dios y la ventaja
de ser guardados por ellos en nuestros caminos.
San Bernardo
Nace en Dijon, Francia; fue monje
cisterciense y gran autor espiritual. Es doctor de la Iglesia (1090-1153).
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