Cristo venció al diablo valiéndose de aquello mismo con que el diablo
había vencido antes, y lo derrotó con las mismas armas que él había utilizado
antes. Una virgen, un madero y la muerte fueron el signo de nuestra derrota.
Eva era virgen, porque aún no había conocido varón; el madero era un árbol; la
muerte, el castigo de Adán. Mas he aquí que, de nuevo, una Virgen, un madero y
la muerte, antes signo de derrota, se convierten ahora en signo de victoria.
En lugar de Eva está María; en lugar del árbol de la ciencia del bien y del
mal, el árbol de la cruz; en lugar de la muerte de Adán, la muerte de Cristo.
En un árbol el diablo hizo caer a Adán;
en un árbol derrotó Cristo al diablo. Aquel árbol hacía descenderá la región de
los muertos; este, en cambio, hace volver de este lugar a los que a él habían
descendido. Otro árbol ocultó la desnudez del hombre después de su caída; este,
en cambio, mostró a todos, elevado en lo alto, al vencedor, también desnudo. La
cruz es el trofeo erigido contra los demonios, la espada contra el pecado, la
espada con la que Cristo atravesó a la serpiente; la cruz es la voluntad del
Padre, la gloria de su Hijo único, el júbilo del Espíritu Santo, el ornato de
los ángeles, la seguridad de la Iglesia, el motivo de gloriarse de Pablo, la protección de los santos, la luz de todo el orbe.
San Juan CRISÓSTOMO
349-410
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