Confiemos, esperemos, nosotros todos que lloramos, que derramamos lágrimas
inocentes; esperemos, si lloramos los dolores de nuestro cuerpo o de nuestra
alma: nos sirven de purgatorio, Dios se sirve de ello para que levantemos los
ojos hacia él, nos purifiquemos y santifiquemos. Confiemos todavía más si
lloramos los dolores de otros, porque esta caridad nos es inspirada por Dios y
le agrada; confiemos también si lloramos nuestros pecados, porque esta
compunción la pone Dios mismo en nuestras almas. Confiemos todavía más si
lloramos con un corazón puro los pecados de otros, porque este amor por la
gloria de Dios y la santificación de las almas nos son inspiradas por Dios y
esto es una gracia.
Confiemos, si lloramos por el deseo de ver a Dios y el dolor por estar
separados de él; porque este deseo amoroso es obra de Dios en nosotros.
¡Confiemos también si lloramos solamente porque amamos, sin desear ni temer
nada, queriendo plenamente todo lo que Dios quiere y queriendo solo la dicha de
su gloria, sufriendo de sus sufrimientos pasados, llorando unas veces de
compasión por el recuerdo de su pasión, y otras de alegría con el pensamiento
de su ascensión y de su gloria, y otras simplemente de emoción porque le amamos
hasta morir de amor! Oh Jesús dulcísimo, hazme llorar por todo esto; hazme
derramar todas las lágrimas que manifiesten mi amor hacia ti, por ti y para ti.
Amén.
Beato Carlos de Foucauld
Militar y explorador, se hizo sacerdote.
Murió asesinado por una banda de forajidos en el Sahara argelino (1858-1916).
No hay comentarios:
Publicar un comentario