La suegra de Simón estaba acostada; tenía fiebre. Que Cristo pueda venir a nuestra casa,
entrar y curar con una sola palabra la fiebre de nuestros pecados. Cada uno de
nosotros tiene fiebre. Cada vez que nos encolerizamos, tenemos fiebre; todos
nuestros defectos son otras tantas subidas de fiebre. Pidamos a los apóstoles
que oren a Jesús para que venga a nosotros y nos coja de la mano; porque en cuanto él toque
nuestra mano, la fiebre desaparecerá.
El jefe de los médicos es un médico
eminente y serio. Moisés es médico, Isaías y todos los santos son médicos;
pero Jesús es el jefe de todos los médicos. Sabe perfectamente tomar el pulso y
sondear los secretos de las enfermedades. No toca ni la frente, ni la oreja, ni
ninguna otra parte del cuerpo, pero coge la mano... Cuando nuestra mano da a
conocer los síntomas de nuestras malas acciones, no nos podemos levantar, somos
incapaces de caminar, porque estamos realmente enfermos. Pero este médico
misericordioso se acerca a la cama; él, que llevó sobre sus hombros a la oveja
enferma, se acerca ahora a nuestro lecho.
San Jerónimo
Asceta y doctor de la
Iglesia de origen dálmata que sirvió como secretario del Papa. Retirado en
Belén, tradujo y comentó la Biblia (Ca. 340-420
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