Cuando el Señor, sentado en la barca, le dice a Pedro: Rema mar adentro, y soltad las redes para
pescar, no
le está aconsejando tanto echar los instrumentos de pesca en la profundidad de
las aguas como propagar en el fondo de los corazones las palabras de la predicación.
Este abismo de los corazones lo ha penetrado san Pablo lanzando la palabra que
dice: ¡Oh
abismo de riqueza, sabiduría y ciencia de Dios! Así como la red arrastra hasta la nave
los peces que ha cogido, el seno de la fe conduce hacia el reposo a todos los
hombres que reúne.
Para
hacer comprender mejor que el Señor hablaba de la pesca espiritual, Pedro dice:
Maestro..., porque tú
lo dices, echaré las redes. El Verbo, la Palabra de Dios, es el Señor, nuestro Salvador. Puesto
que Pedro lanza su red según el Verbo, propaga su elocuencia según Cristo.
Despliega las redes tejidas según las órdenes de su maestro; en nombre del
Señor, lanza unas palabras más claras y más eficaces que permiten salvar no a
criaturas irracionales, sino a hombres. Hemos estado bregando toda la noche y no hemos cogido nada. Sí,
Pedro
había estado trabajando toda la noche; cuando ha brillado la luz del Salvador,
las tinieblas se han disipado y su fe le ha permitido distinguir, en lo más
profundo de las aguas, lo que sus ojos no podían ver. Pedro, efectivamente, ha
estado sufriendo toda la noche, hasta que el día, que es Cristo, viene en su
ayuda.
San Máximo de Turín
Obispo de Turín; de este notable
predicador se conservan numerosos sermones (siglos IV-V).
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