Una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía Marta una hermana llamada María.
Si nuestro corazón es el lugar donde reside Dios, es justo que estas dos mujeres también estén allí: una, sentada a los pies de Jesús para escucharlo; la otra, ocupada en darle de comer. Mientras Cristo esté en la tierra, pobre, hambriento, sediento, tentado, será necesario que estas dos mujeres habiten en la misma casa, que en un mismo corazón residan estas dos actividades.
Así, pues, durante esta vida de miseria y trabajos es necesario que
Marta habite en vuestra casa. Mientras tengamos necesidad de comer y de beber,
tendremos también necesidad de dominar nuestras pasiones, nuestro cuerpo, por
los desvelos del ayuno y del trabajo. Esta es la parte de Marta. Pero también
hace falte que esté presente en nosotros María, la actividad espiritual, ya que
no nos debemos entregar sin cesar a los ejercicios corporales, también nos hace
falta descansar, gustar cuan bueno y cuan suave es el Señor, sentarnos a los
pies de Jesús y escuchar su Palabra.
San Elredo de Rieval
Abad cisterciense de Rievauix, Inglaterra (1109-1166).
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