La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. No habla del Creador y de su
amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la «plenitud» en Cristo al
final de los tiempos. También ella, por tanto, es una «vocación». La naturaleza
está a nuestra disposición no como un «montón de desechos esparcidos al azar»,
sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para
que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para «guardarla y
cultivarla».
Es
lícito que el hombre gobierne responsablemente la naturaleza para custodiarla,
hacerla productiva y cultivarla también con métodos nuevos y tecnologías
avanzadas, de modo que pueda acoger y alimentar dignamente a la población que
la habita. En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia
humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente [...].
Pero debemos considerar un deber muy grave el dejar la tierra a las nuevas
generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir
cultivándola.
Benedicto XVI
Papa emérito de la Iglesia católica tras
casi 8 años de pontificado
1927-).
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