Hermanos, la ley y los profetas contenían, hasta llegar Juan, unos
signos que tenían por finalidad anunciar el porvenir. Los signos de la nueva
ley, los sacramentos de justos y los profetas de los siglos anteriores
anhelaban ver el cumplimiento de aquello que el Espíritu Santo les hacía
vislumbrar, levantando el velo de lo que había de suceder. El Señor Jesús dice:
Muchos profetas y
justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no
lo oyeron. Por
esto se dice de Juan que es más que un profeta y que no hay otro mayor que él entre los
nacidos de mujer.
En efecto, los justos de los primeros tiempos tan solo gozaban del favor de anunciar a Cristo; Juan Bautista, en cambio, tuvo la gracia de anunciarlo cuando todavía estaba lejos, y de verlo, por fin, presente. Juan vio sin velo a aquel que los demás anhelaban ver. De hecho, el signo de su bautismo pertenece todavía a la era del anuncio de Cristo, si bien al final de esta espera. Hasta Juan existían las predicciones de la venida del Señor; ahora, después de Juan, la venida de Cristo no se predice, se proclama.
San Agustín
Oriundo de Tagaste (en lo actual
Argelia), fue obispo de Hipona. Es uno de los cuatro grandes padres de la
Iglesia latina.
Es doctor de la Iglesia (354-430).
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