El día que hizo el Señor penetra todo, contiene todo, abarca a la vez
cielo y tierra y abismos. Cristo, la luz verdadera, no se detiene ante los muros,
ni se quebranta por los elementos, ni se oscurece ante las tinieblas. La luz de
Cristo es día sin ocaso, día sin fin; por todas partes resplandece, por todas
partes penetra, en todas partes permanece. Cristo es el día, según el apóstol: La noche está muy avanzada y el día se
acerca. Comprende aquí que desde que la luz de Cristo aparece, las tinieblas del diablo
se dispersan y la noche del pecado se desvanece; el esplendor eterno echa fuera
las sombras pasadas y cesa el progreso maléfico del mal.
La
Escritura afirma que la luz de Cristo ilumina el cielo, la tierra y los
abismos. Brilla sobre la tierra: Él es la luz verdadera que ilumina a todo hombre. Brilla en los abismos: A los que habitan en tierra de sombras,
una luz les brilló. Y
en los cielos, permanece la luz de este día, como dice David: Su linaje será eterno; su trono, como el
sol en mi presencia.
San Máximo de Turín Obispo de Turín;
de este notable predicador se conservan numerosos
sermones (siglos IV-V).
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