Escuchar a Cristo y adorarlo lleva a hacer elecciones valerosas, a
tomar decisiones a veces heroicas. Jesús es exigente porque quiere nuestra auténtica
felicidad. Llama a algunos a dejar todo para que le sigan en la vida sacerdotal
o consagrada. Quien advierte esta invitación no tenga miedo de responderle sí
y de seguirle generosamente. Pero más allá de las vocaciones de especial
consagración, está la vocación propia de todo bautizado... Cuando se encuentra a Jesús y se acoge su evangelio, la
vida cambia y uno es empujado a comunicar a los demás la propia experiencia.
Son tantos nuestros compañeros que todavía no conocen el amor de Dios, o buscan
llenarse el corazón con sucedáneos insignificantes... Por eso, es urgente ser
testigos del amor contemplado en Cristo...
La Iglesia necesita auténticos testigos
para la nueva evangelización: hombres y mujeres cuya vida haya sido
transformada por el encuentro con Jesús; hombres y mujeres capaces de comunicar
esta experiencia a los demás. La Iglesia necesita santos. Todos estamos llamados
a la santidad, y solo los santos pueden renovar la humanidad.
San
Juan Pablo II
Primer papa polaco de la historia. Su
pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).
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