Este tiempo fuerte del año litúrgico está marcado por el mensaje
bíblico que se puede resumir en una sola palabra: «metanoeite», es decir,
«convertios». Este imperativo es evocado en la mente de los fieles por el rito
austero de la imposición de las sagradas cenizas, rito que, con las palabras: «Convertios
y creed el evangelio», y con la expresión: «Acuérdate de que eres polvo y al
polvo volverás», invita a todos a reflexionar sobre el deber de la conversión,
recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana,
sujeta a la muerte. Esto es lo que constatamos cada día y que, por desgracia,
nos hace tocar con la mano frecuentemente dolorosos episodios.
La
sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestra mente a la realidad eterna que
nunca pasa, a Dios que es principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia.
Efectivamente, la conversión no es más que retornar a Dios, valorando las
realidades terrenas a la luz indefectible de su verdad. Es una valoración que
nos lleva a una conciencia cada vez más clara del hecho de que estamos de paso
en las fatigosas vicisitudes de esta tierra, y que nos impulsa y estimula a
realizar cualquier esfuerzo para que el reino de Dios se instaure dentro de
nosotros y triunfe su justicia.
San Juan Pablo II
Primer papa polaco de la historia. Su
pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).
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