Señor Jesucristo, Dios nuestro, yo tengo un corazón que te busca con inquietud;
ni arrepentido, ni lleno de ternura por ti, ni nada de eso que hace volver a los
hijos a su heredad. Maestro, yo no tengo lágrimas para orarte. Mi espíritu está
en tinieblas a causa de las cosas de la vida y, en su dolor, no tiene la fuerza
necesaria para ir hacia ti. Mi corazón está frio en las pruebas, y las lágrimas
de amor por ti no pueden calentarlo. Pero, tú, Señor Jesucristo, mi Dios,
tesoro de todos los bienes, dame un arrepentimiento total y un corazón apenado
para que con toda mi alma salga en tu búsqueda, porque sin ti estaré privado de
todo bien; oh, Dios bueno, dame tu gracia. Que el Padre que en la eternidad te
engendra en su seno renueve en mí las formas de tu imagen.
Yo te he abandonado; tú no me abandones. Yo me he marchado de ti; sal a
buscarme. Condúceme hasta tu pradera; cuéntame entre las ovejas de tu rebaño
preferido. Con ellas, aliméntame con la hierba verde de tus misterios divinos.
Que pueda ser digno del esplendor de tu gracia y amor hacia el hombre, tú,
nuestro Salvador Jesucristo, por los siglos de los siglos.
San ISAAC EL SIRIO (640
- 700)
Señor, ámame con tu amor Infinito y Omnipotente y permíteme que yo te ame tanto como pueda, que es bien poco. Estáte siempre conmigo y, si tienes que irte, llévame contigo, ¡no me dejes sola...!
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