Según santo Tomás de Aquino, la mentira es un abuso de las palabras, la
simulación es la imitación externa de algo que no existe, el disimulo es
esconder la realidad. Fingimos, por ejemplo, escuchar con atención y, mientras
tanto, pensamos en nuestras cosas. O, al contrario, simulamos estar concentrado
en nuestro trabajo para no evidenciar que escuchamos cada palabra del discurso
del otro.
Simulación y disimulo son muy habituales en la vida. A veces son
necesarios. Pero santo Tomás los juzga severamente. Dice: “Si se miente con la
palabra o con cualquier acción” se comete la misma falta. “La virtud de la
verdad exige que el hombre la exprese con los gestos exteriores tal y como sea”
De manera objetiva no se resuelve el problema de la simulación y el
disimulo. La vida exige que nuestros sentimientos sean visibles o invisibles,
según las circunstancias y las necesidades, de igual modo que abrimos o
cerramos las cortinas de la ventana. Por el contrario, la falta de
transparencia puede crear desconfianza, puede ser egoísta, maliciosa.
Una forma despreciable de simulación es la hipocresía. El hipócrita finge
externamente ser honesto, servicial, religioso, santo, pero por dentro está
lleno de malicia. Cristo compara dichas personas con “sepulcros blanqueados”
que por fuera resplandecen pero por dentro están llenos de podredumbre. El
hipócrita quiere mostrar apariencia de santidad pero en su interior cuida muy
poco el progreso de su vida espiritual
Cardenal Tomás SPIDLÍK.
(1919 - 2010)
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