He aquí la fe católica: veneramos a un
Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la unidad, sin confundir a las Personas,
sin dividir la sustancia: una es, en efecto, la persona del Padre, otra la del
Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
tienen una misma divinidad, una gloria igual, una misma majestuosidad eterna.
Esta es la fe sin desviaciones: nosotros creemos y confesamos que nuestro Señor
Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre: él es Dios, de la sustancia del
Padre, engendrado antes de los siglos; y él es hombre, de la sustancia de su
madre, nacido en el tiempo: Dios perfecto, hombre perfecto, compuesto de un
alma razonable y un cuerpo humano, igual al Padre según la divinidad, inferior
al Padre según la humanidad.
Aunque él sea Dios y hombre, no existen
dos Cristos, sino un solo Cristo: es uno no porque la divinidad haya pasado a
la carne, sino porque la humanidad fue asumida por Dios; se trata de una unión
no por mezcla de sustancias, sino por la unidad de la persona. Porque,
al igual que el alma razonable y el cuerpo forman
un hombre, Dios y el hombre forman un Cristo. Él sufrió por nuestra salvación,
descendió a los infiernos, resucitó al tercer día de entre los muertos, subió a
los cielos, y está sentado a la derecha del Padre; desde allí vendrá a juzgar a
vivos y muertos.
San Atanasio
(atribuido)
No hay comentarios:
Publicar un comentario