Las mismas piedras del Calvario, donde según una tradición antigua fue
enterrado Adán, nuestro primer padre, levantan su voz para testimoniar el
triunfo de la cruz. Adán,
¿dónde estás?, grita
de nuevo Cristo en la cruz. «He venido hasta aquí en tu busca, y para poderte
encontrar he extendido los brazos en la cruz. Con las manos extendidas vuelvo
al Padre para darle gracias por haberte encontrado, luego mis brazos se extienden
hacia ti para abrazarte. No he venido para juzgar tu pecado, sino para salvar
por mi amor a todos los hombres. No he venido para declararte maldito por tu
desobediencia, sino para bendecirte por mi obediencia. Te cubriré con mis
alas, encontrarás refugio en mi sombra, mi fidelidad te cubrirá con el escudo
de la cruz y no
temerás el espanto nocturno, porque conocerás el día sin ocaso».
SAN GERMAN DE CONSTANTINOPLA
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