El Espíritu Santo fue enviado a los santos discípulos y a todos
aquellos que estaban reunidos con ellos, y esto se dio de una manera
increíblemente ajena a ellos; en cuanto al misterio escondido y oculto sobre
estas maravillas, no existía razón alguna, ninguna criatura sabía sobre ello,
ni lo concebía, ni sabía cómo nombrarlo. El Espíritu Santo es una inmensidad de
inconmensurable grandeza y tan dulce como todas las grandezas e inmensidades
que la razón misma pueda concebir. Por eso, el Espíritu Santo mismo debe
preparar el lugar donde ser recibido, trabajar para hacer que el hombre sea
capaz de recibirlo.
La casa se llenó por completo. Esta casa simboliza a la santa Iglesia,
que es la obra de Dios, pero también simboliza a cada hombre habitado por el
Espíritu Santo. Una casa tiene muchas estancias, habitaciones, y en el hombre
existen muchas facultades, sentidos y energías diferentes: el Espíritu Santo
las visita todas. Desde que llega, presiona, impulsa al hombre, despierta en él
ciertas inclinaciones, trabaja con él y le da claridad. Esta visita y estas
acciones interiores no son percibidas de la misma manera por todos los hombres.
Cuanto más se entregue a su propio recogimiento, más conciencia tendrá el
hombre de esta manifestación interior y siempre creciente del Espíritu Santo.
Beato Juan TAULERO
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