Salvar es propio de quien es bueno. La misericordia del Señor se extiende a
toda carne; acusa, corrige y enseña, como hace el pastor con su rebaño. Se apiada
de quienes aceptan su coerección, y de los que se esfuerzan por unirse con
él. Los sanos
no necesitan los cuidados del médico, pero sí necesitan de su arte los
enfermos. De la misma manera, nosotros, que en esta vida somos enfermos,
aquejados por nuestros vergonzosos deseos, por nuestras intemperancias,
nuestras pasiones, necesitamos del Salvador.
Nosotros, por tanto, enfermos, necesitamos del Salvador; extraviados,
necesitamos quien nos guíe; ciegos, necesitamos quien nos ilumine; sedientos,
necesitamos de la fuente de la vida: esa de la que quienes beben nunca más
tendrán sed; muertos, necesitamos de la vida; siendo un rebaño, necesitamos un
pastor-siendo niños, necesitamos un pedagogo; y toda la humanidad necesita a
Jesús. "Curaré
lo que está herido, cuidaré lo que está débil, convertiré lo extraviado, y los
apacentaré yo mismo en mi monte santo". Ésta es la promesa propia de un buen pastor. ¡Apacienta a tus
criaturas como a un rebaño! ¡Sí, Señor, sacíanos; danos abundante el pasto de
tu justicia!
San Clemente de Alejandría
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