Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Esta es la última oración de nuestro
Maestro, nuestro Amado. ¡Ojalá sea también la nuestra! No solo la oración de
nuestro último instante, sino la de todos los instantes.
Padre mío, a tus manos me encomiendo.
Padre mío, me confío a ti, Padre mío, me abandono a ti. Padre mío, haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea,
te doy gracias, te doy gracias por todo.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, te doy gracias por todo, con
tal que se haga en mí tu voluntad, oh Dios, con tal de que se haga tu voluntad
en todas tus criaturas, en todos tus hijos, en todo lo que tú amas.
No anhelo nada más, Dios mío. Entrego mi espíritu a tus manos, te lo
doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te quiero y me lo exige
el amor que te tengo: abandonar todo, sin medida, entre tus manos. Me confío a
ti, con inmensa confianza porque tú eres mi Padre.
Beato Carlos de Foucauld Militar y explorador, se hizo sacerdote.
Murió asesinado por una banda de forajidos en el Sahara argelino (1858-1916).
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