Los ángeles se ocupan activamente de nosotros en la Iglesia. No hay
ningún cristiano que por muy humilde que sea no tenga un ángel para servirle,
si vive por la fe y el amor. Aunque ellos sean tan excelsos, gloriosos, puros,
tan maravillosos que su sola vista hace que nos postremos, como le sucedió al
profeta Daniel, con todo, son nuestros servidores y nuestros compañeros de
trabajo. Ellos velan sobre nosotros, nos defienden si nosotros estamos
enraizados en Cristo. Ellos forman parte de nuestro mundo invisible, y en
alguna ocasión se manifiestan, como al patriarca Jacob.
Jacob no conocía más que
el mundo visible; no conocía el mundo invisible y, sin embargo, el mundo
invisible estaba allí, aunque Jacob no hizo nada para provocar su presencia, la
cual solo se revela sobrenaturalmente. Tuvo la revelación en un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra, y lo alto tocaba el cielo; los ángeles de Dios subían y bajaban por la
de la muerte. No, existe ya ahora, aunque
nosotros no lo veamos: está entre nosotros, en torno nuestro. Así se le mostró
a Jacob; los ángeles estaban a su alrededor, allí mismo. Estos espíritus
bienaventurados alaban a Dios día y noche, y nosotros, desde nuestro estado,
también los podemos imitar.
Beato John Henry Newman Nace en Londres; convertido del anglicanismo, fue presbítero, cardenal
y fundador de una comunidad religiosa (1801-1890).
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