Juan afirmó lo que vosotros oísteis, cuando le contaron, para excitar
sus celos, que Jesús hacía muchos discípulos. Sus amigos le dicen, como si él
fuera envidioso: "Jesús tiene más discípulos que tú». Pero Juan había reconocido lo que
era; y por eso, mereció estar unido con Cristo, porque no se atrevió a
atribuirse lo que era de Cristo. He aquí lo que dice: «Un hombre no puede
atribuirse nada, salvo lo que ha recibido del Cielo»... El no obtiene la
alegría de sí mismo. El que quiera encontrar la causa de su alegría en sí
mismo, estará siempre triste; pero el que quiera encontrar su alegría en Dios,
estará siempre alegre, porque Dios es eterno. ¿Quieres tener una alegría eterna?
Átate al que es eterno. Esto es lo que hizo Juan.
Es la voz del esposo lo que alegra al
amigo del esposo, y no su propia voz; se mantiene en pie y escucha... «Esta es
mi alegría, y me siento colmado. Tengo mi propia gracia, no deseo nada más, por
miedo a perder lo que he recibido». ¿Cuál es esta alegría? «Se llena de alegría
al oír la voz del esposo». Que los hombres comprendan pues, que no deben
regocijarse de su propia sabiduría, sino de la que han recibido de Dios. Que no
busquen otra cosa, y así no perderán lo que han encontrado... Juan reconoció
que lo había recibido todo; dijo que estaba alegre a causa de la voz del
esposo, y añadió: «Mi alegría está colmada».
SAN AGUSTÍN
Oriundo de Tagaste (en la actual
Argelia), fue obispo de Hipona. Es uno de los cuatro grandes padres de la
Iglesia latina.
Es doctor de la Iglesia (354-430).
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