Qué equivocados andamos a veces los que buscamos la verdadera paz de
Dios. Pero es que la que buscamos muchas veces no es la de Dios, sino la del
mundo. Cuando el mundo habla de paz, así se la figura. Cuando el mundo busca la
paz, así la concibe: silencio, quietud, amor sin lágrimas... mucho egoísmo
oculto. El hombre busca esa paz para descansar, para no sufrir. Busca la paz
humana, la paz sensible. Esa paz que el mundo pinta en un claustro con sol, con
cipreses y con pájaros. Esa paz sin tentaciones y sin cruz.
Hoy bendigo desde el
fondo de mi alma a ese Dios
que tanto me quiere con mis miserias, mis
pecados, mis lágrimas y mis alegrías. ¡Qué grande es Dios! La paz de mi alma es la paz del que nada de
nadie espera... Solamente Dios, solamente la cruz de Cristo,
solamente el deseo de vivir unido a su voluntad es
lo que el alma en el mundo espera, y la espera es
tranquila; es con paz, a pesar de que el no ver aún a Dios
es un triste penar; acompañarle en la cruz cuesta a
veces copiosas lágrimas, y el verse que aún tenemos
voluntad propia y, por tanto, miserias, defectos y
pecados no deja de causar pesar. Todo es combate, dolor,
pero Jesús está en el centro, clavado sobre una cruz, y
anima al alma a perseverar. En medio de la batalla que
libramos en este mundo, Jesús está allí, con el
rostro sereno, que nos
dice que el que le sigue no camina en tinieblas.
San Rafael Arnaiz Barón
Joven monje tropense, uno de los grandes
místicos del siglo XX. Sus numerosos escritos se han difundido ampliamente.
Fue canonizado en el año 2009
(1911-1938).
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